Decidimos ir a la Bufadora, así que nos
alistamos e iniciamos el viaje. Todos estábamos felices, bueno casi todos, ya
que mi primo quería regresar antes de las cuatro a Tijuana, para ver el partido, mientras que mi
hermana estaba molesta porque quería ir a la playa.
Por
otra parte, mi niño me decía, en todo momento; ¿Ya vamos a entrar al agua mamá?
Y yo le respondía, -si mi amor, ya casi-, pero al momento de llegar, me di
cuenta de que no podíamos entrar al mar, por lo tanto, mi hermana estaba aún
más molesta. Ella no resistió y se metió al mar, con su niño, para esto; las
personas encargadas de vigilar, observaron lo que sucedía y le dijeron que
saliera de ahí, así que ella tuvo que obedecer, pero no se quedó conforme.
Yo por mi parte estaba disfrutando del
viaje, tomando fotografías, comprando juguetes para mi niño y sobre todo,
entreteniéndolo para que no me insistiera, el querer entrar al agua.
Ya de camino a casa, realizamos otra parada en Rosarito, para comer.
Cada quien ordenó un platillo diferente. Mis tías, pidieron tostadas de
ceviche, un primo; quesadillas, otro, Aguachile, y como mi niño quería pescado,
-ordené un filete- y comió muy bien. Al restaurante al que llegamos, tenía
vista a la playa, así que, mi hermana aprovechó y se metió a bañar al mar, y de
igual forma lo fuimos haciendo, uno a uno.
Al final todos disfrutamos del viaje, sobre
todo, mi hermana y mi niño. Aquí, lo importante es, la convivencia familiar, el poder realizar
las actividades que más nos agradan, estando juntos y compartiendo las vivencias
con nuestros seres queridos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario