Cuando
estaba en el Kínder era algo difícil para mí; porque solo era un salón de
clases. Recuerdo que era grande, no había juegos, nada más había unas resbaladoras de plástico y no eran muy grandes. No tenía pavimento así que me raspaba mucho las
rodillas. Mi maestra se llama Graciela, nos enseñó a leer, a escribir y el abecedario.
Había un niño que siempre se ponía debajo de los mesa-bancos a mirarnos los
calzones; y la profesora siempre lo castigaba, y lo ponía en una
esquina del salón. Cuando fue la graduación
me tocó bailar con el más pequeño y el que siempre me molestaba. El último día, la escuela estaba
llena de dibujos que decían ¡Felicidades
Graduados!
El primer día en la primaria estaba nervioso porque todo era diferente, y ¡no tenía amigos! Pero estaba
feliz, porque era algo nuevo que iba a empezar
e iba a tener nuevos compañeros.
En la Secundaria cuando entré, nos pusieron en las
canchas y nos eligieron para ver en que salón nos íbamos a quedar. La escuela
era más grande todavía, que la primaria, tenía dos canchas, un salón
audiovisual, un teatro, cancha de voleibol, arboles, los talleres eran muy
grandes, y era de color guinda con blanco.
Los maestros eran muy chistosos y siempre me estaban
regañando. Una vez estaba en el salón, y uno de mis profes me puso un reporte,
nada mas por que me paré en la puerta, junto con una compañera cuando no era su
clase. Nos envió a prefectura y nos mandaban a ir por toda la escuela a
caminar. Otro de los maestros eran Gilberto “El gua popo” según uno
de los más guapos de la escuela. En primero, me sacó del salón y me mandó a mí, y a otra compañera a la dirección por estar platicando, por eso nos regañaron por estar afuera y nos
pusieron a limpiar la escuela. El último año no se hizo graduación.
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